El pequeño país fue un paraíso especulativo y vivió una burbuja de riqueza que se pinchó con la crisis mundial. Sus bancos quebrados tenían 3700 millones de euros de clientes ingleses que los reclaman. El Parlamento aprobó pagarles, pero un plebiscito dijo que “no” por muy amplia mayoría.Contra las deudas que pretenden cobrarles, los bancos que colapsaron (Kaupthing, Landsbanki y Glitnir), la falta de transparencia en el sistema financiero y la clase dirigente, los islandeses empezaron a agruparse.
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