El pasado domingo bajé al bar a tomar un café y me encontré con un par de patrullas de la Policía Nacional deteniendo a dos personas. Tomo el móvil y comienzo a fotografiar lo que ocurre mientras me acerco. Uno de los policías (un tipo cuyo brazo en reposo es como mi muslo en tensión) me arrebata el teléfono y se niega a devolvérmelo. Le explico que soy fotógrafo de prensa. Les digo que están comentiendo una ilegalidad, que están vulnerando varias leyes, una de ellas referida a un derecho fundamental (el de la información). Nada.
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