Lo mejor que puede hacer, en cuanto a estilo se refiere, es mantenerse fiel a la sobriedad y discreción que la caracteriza. Eso sí, evitando ese punto de —comprensible— dejadez que la acompaña últimamente. Desde aquí exhortamos a Doña Cristina a que evite los vestidos cortos y ceñidos, los zapatos extraños (ni merceditas, ni peep toes, ni, por supuesto, stilettos) y el color negro. Por penosa que sea su situación, va a declarar como imputada, que no es poco, pero no a su funeral.
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