Para ver utilizamos una máquina con gran capacidad de procesamiento pero extremadamente lento: el cerebro. Desde el Renacimiento, los artistas conocen y explotan las peculiaridades del cerebro y la percepción para “engañar” al espectador, generando sofisticados trucos visuales para simular profundidad, color y forma. Monet y los impresionistas lograron pintar ilusiones visuales que serían emulados por los neuorocientíficos 150 años más tarde.
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