Que la carne es mala para la salud. Que el ganado expulsa gases de Efecto Invernadero. Que el sacrificio de animales constituye un crimen. Los argumentos en contra del consumo de carnes rojas, blancas o del color que sea se multiplican día a día ante la desazón de los carnívoros, que ven cómo su afición a los chuletones jugosos les torna en poco menos que suicidas, criminales ecológicos o cómplices del maltrato animal. A ellos la ciencia les ofrece una salida: proteínas cárnicas producidas en laboratorio.
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