Los pescadores de Mauritania y Senegal exigen a la Unión Europea que detenga el saqueo de sus costas. “Mi padre me mandaba a pescar y, en 5 minutos, antes de que hirviera el agua que había puesto a calentar mi madre, yo volvía con varios peces”. No es un pasaje de una novela de realismo mágico sino el recuerdo de lo cotidiano para Karim, un senegalés que ahora tiene 45 años y que ha visto desde su casa frente al mar cómo desaparecía el pescado que les daba de comer y de trabajar.
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