El perfil de preferentista del que se nutrían los bancos para endosar sus temidas participaciones era habitualmente gente sin ningún tipo de conocimiento de la banca; personas, muchas de ellas ancianos, que desconocían el significado de aquello que firmaban al depositar su confianza en empleados o directores de las sucursales donde llevaban desde hace años todos sus ahorros.En algunos casos iban más allá e incluso se aprovechaban de personas que ni tan siquiera estaban capacitadas mentalmente,como es el caso de José Gimeno, enfermo de alzhéimer
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