Ocurre todos los veranos, en cualquier redacción. Las noticias escasean, los jefes reclaman “enfoques refrescantes”, y los redactores menos experimentados y los becarios mal dirigidos se devanan los sesos tratando de encontrar ese estudio llamativo, pero con cierta apariencia de solidez, que les permita avisar a familiares y amigos de que firman en un periódico.
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