Cuando Renault, mediante su filial Dacia, anunció en 2004 que comercializaría un vehículo con un precio de salida de 5.000 euros, la mayoría de marcas rivales se rieron en su cara y en ningún momento lo vieron como una amenaza. Pero al poco tiempo, y después de ver los magníficos resultados del Dacia Logan, los diferentes constructores pasaron de la ironía a la sorpresa y el convencimiento de que los vehículos low cost son un producto de futuro y se tienen que subir a este tren antes de que sea demasiado tarde.
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