Las políticas sociales de la UE sobre el consumo de drogas y de educación social están fracasando. El consumo de sustancias estupefacientes no sólo no se reduce, sino que cada vez está más vinculado al ocio y a determinados hechos cotidianos, como el sexo. Esto provoca un aumento de la promiscuidad, la precocidad en el inicio de las relaciones sexuales, en las que se asumen más riesgos de los necesarios, favorece el acceso a prácticas amorosas más arriesgadas y aumenta la excitación.
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