¿Quién no ha pasado por la caja del súper hablando por el móvil sin dirigir apenas la mirada a la cajera? ¿Quién no ha pagado sin apenas decir buenos días o adiós a la persona que le ha atendido al otro lado de la cinta transportadora? Anna Sam ha sufrido durante ocho años la indiferencia, cuando no el desprecio de los exasperados clientes de una gran superficie comercial de Rennes, en el noroeste de Francia. Harta de ser tratada como "menos que nadie", esta licenciada en Literatura de 28 años que no había encontrado mejor empleo decidió...
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