Pero los adoquines siguen en su sitio en las calles, los cristales de las suntuosas guaridas en las que permanecen a salvo nuestros explotadores continúan intactos, las barricadas sólo las hemos levantado entre nosotros y nuestra dignidad, no hay gritos, no hay hogueras, no hay muchedumbres enfurecidas ni líderes que las conduzcan, tan sólo existe un gigantesco rebaño de borregos enmudecidos, con hielo en las venas y la pusilanimidad por ideario.
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