Tras evitar que fuera expulsado de España, los servicios secretos tuvieron un conflicto con su jefe de zona en la capital catalana porque no aceptaba tenerlo como confidente infiltrado en la ciudad pero dirigido directamente desde el cuartel general del CNI. Así que finalmente se decidió llevarlo a la demarcación de Girona, cuyo responsable aceptó ceder el control.
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