Todo el cine clásico norteamericano parte de la premisa inquebrantable de que hay que contar bien una historia. La base fundamental de la industria cinematográfica es el entretenimiento del personal. Clint Eastwood aprendió bien la lección. Heredero de los cineastas que cimentaron el Hollywood esplendente, Eastwood lleva a rajatabla la sencillez compositiva y la economía de medios. Poco amante de atosigar y dirigir con exceso a los actores, apuesta por primeras tomas, siempre pendiente del cumplimiento de plazos y presupuestos de rodaje.
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