El aulario inaugurado para hacer frente al aumento de matriculaciones, que se inició con 270 y el próximo curso rozará los 400, se ha quedado sin espacio dos años después de abrirse. A dos aulas por curso, terraza, comedor y almacenes, las cuentas no salen. Por eso en el pasillo de entrada existe una hilera de mesas con ordenadores. No hay otro hueco donde dar las clases de informática y la alternativa a religión. Incluso la de psicomotricidad se ha llevado al aula de profesores.
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