Cuando se habla de suicidios públicos en Europa, el instinto natural en los últimos años ha sido pensar inmediatamente en Grecia, que no sólo ha visto su índice de suicidios aumentar exponencialmente debido a la depresión económica, sino que fue testigo de los suicidios de una gran variedad de activistas con la esperanza, hasta ahora insatisfecha, de propagar algún tipo de convulsión política y social. Es por eso que se trata de una gran sorpresa que el último suicidio público no tuvo lugar en la plaza Syntagma, sino en frente del Reichstag
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