Llegamos a su cabaña subiendo cuestas de piedra volcánica. En este pesebre de 20 metros cuadrados viven cuatro hijos, una madre y un par de cabras. Todos ellos saben a lo que venimos: a contar cómo la brújula se les rompió a dos de los niños, Héritier y su hermana Dorica el día que tronaron las bombas en su aldea. Perdidos, vagaron durante semanas por la selva, huyendo de la muerte. - ¿Por qué os fuisteis de casa? - ¡Vita!. Gritan la palabra maldita ('guerra' en swahili), con el rostro del que teme ver aparecer de nuevo el fantasma.
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