En definitiva, este y otros trabajos nos dicen que invertir en la salud de niños y bebes es una muy buena idea. Y no sólo por una cuestión de humanidad. Combatir la malnutrición desencadena una cascada de buenos efectos: reduce las desigualdades, incrementa las capacidades cognitivas de la población, nos vuelve más inteligentes, y se traduce en más educación y en rentas más altas.
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