El ambiente era eléctrico, y la rivalidad estaba presente en todo momento, incluso en alguna ocasión he visto llover alguna hostia a alguno. Las partidas eran una competición feroz, y la destreza en "las maquinitas" era motivo de admiración e idolatría. La música de los juegos, mezclada con los gritos de emoción y frustración de los jugadores, creaba una sinfonía única que solo aquellos que vivieron esa época pueden apreciar plenamente.
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