La mayoría de las aplicaciones para móviles nacen con una vocación universal: aspiran a alcanzar cada smartphone del planeta. Con ese objetivo son prácticas o divertidas, cotidianas y asequibles. Otras tienen una audiencia potencial algo más reducida, pero muy fidelizada, ya que ofrecen un servicio especializado a un precio razonable. Pero gracias a la altísima segmentación del público, algunos desarrolladores pueden orientar sus productos hacia las clases más altas, aquéllas que pueden -y están dispuestas a- pagar cientos de euros por una app.
|
etiquetas: app , ricos , desigualdades