En nuestro quehacer cotidiano, cada vez más digitalizado, generamos constantemente datos sobre nuestros hábitos. Dejamos pistas en todas partes. Al comprar en el supermercado pasamos la tarjeta de fidelidad y, clic, quedamos registrados: cada semana, por ejemplo, junto a la carne, la verdura y los huevos, solemos comprar una cuña de parmesano y, sólo una vez al mes, un cartón de helado de vainilla. Luego enviamos SMS con el móvil y, clic, nuestro registro indica con cuánta gente nos relacionamos y si somos un usuario frecuente.
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