En un nuevo estudio, los científicos encontraron que los cerebros de los introvertidos no le prestan mucha atención a los rostros humanos, una razón por la que prefieren quedarse solos, mientras sus homólogos, les encanta la compañía de otros. De hecho, el cerebro de los introvertidos, no parece distinguir entre objetos inanimados y rostros humanos, dijo un investigador del Instituto Salk para Ciencias Biológicas de La Jolla, California.
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