Hay una progresión geométrica en los avances científicos y tecnológicos y no hay que ser un mago para predecir que, dentro de cien años, el planeta será irreconocible, no sólo por el cambio climático, sino también por unos avances que son imparables. No concibo un concepto más romántico del amor que la idea científica de él: un instinto primario de fusión con otro organismo para garantizar la supervivencia, que se inició hace 3.000 millones de años con unas bacterias y que continúa.
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