¿Qué pesa más, un kilo de plomo o uno de paja? ¿Qué vale más, un euro o cien céntimos? La respuesta debería ser igual de sencilla pero a nuestro cerebro no le parece igual. Un equipo de científicos acaba de demostrar que la gente presta más atención al tamaño de los números que al valor económico real de las cantidades. No estamos solos: a las palomas o a los ratones les ocurre exactamente lo mismo.
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