Ante las acusaciones de espionaje de EEUU, la guerra comercial abierta y el impedimento a sus empresas a mantener acuerdos comerciales con otras compañías occidentales, China ha tomado una decisión drástica: prohibir toda tecnología extranjera en todas las oficinas gubernamentales. Según adelanta Financial Times, Pekín busca una mayor la tecnología con un ambicioso plan que hará reemplazar hasta 30 millones de equipos en los próximos tres años, un plazo en el que se espera que el proyecto de dependencia de tecnología extranjera concluya.
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