El portaaviones «Varyag», uno de las últimos portentos militares de la URSS, llevaba seis años varado en un astillero ucraniano cuando el Gobierno de Kiev lo subastó. El navío estaba al 60 por ciento: entre otras cosas, faltaba parte del sistema eléctrico. Las fotos muestran un mastodonte herrumbroso y oxidado. Hasta que, en abril de 1998, una empresa de Hong Kong apareció con 20 millones de dólares y una idea extravagante: convertir el trasto en el primer casino flotante de Macao. Nadie sospechó nada. Trece años después...
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