La relación entre la UE y China es tormentosa. A la vez enemigos estratégicos y socios clave, especialmente en los tiempos en que Donald Trump habita en la Casa Blanca. Bruselas debe buscar el delicado equilibrio entre unos EEUU con los que comparte algunos objetivos, pero no sus formas, y una China que se niega a abrirse y que se presenta como un riesgo estratégico para el club comunitario.
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