Una mañana de agosto de 1991 un chicle alteró el orden público de Singapur. En un andén del ultramoderno tren rápido que habían inaugurado solo cuatro años antes esperaban cientos de personas. El vehículo llegó a la estación y los pasajeros entraron en los vagones. Permanecían de pie, quietos, aguardando a que el vehículo arrancara. Pero la espera fue en vano. A los pocos minutos los pasajeros fueron evacuados y la máquina quedó parada durante varias horas.
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