El estereotipo de género relega a las mujeres al espacio privado y a ellas les ha correspondido tradicionalmente hacerse cargo de la tarea de cocinar. Cuando los hombres por fin cogen el cucharón, consiguen dotar a esta actividad de prestigio y convertirla en algo público, en un asunto serio e importante por la simple razón de estar realizada por ellos, mientras que las mujeres han sido siempre relegadas a ese papel de alimentadora-cuidadora. La cocina, una vez conquistada por los hombres, se hace famosa y se convierte en trabajo remunerado.
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