Pasillos vacíos, escaleras mecánicas en funcionamiento, pero sin nadie que suba ni descienda por ellas. El sonido de una musiquita irreverente hace que parezca que allí no pasa nada. Pero pasa. Las dependientas ocupan sus puestos detrás de los mostradores, pero al otro lado de la caja registradora no se ve ni un cliente. Las miradas de los empleados se cruzan mientras doblan ropa y ordenan perchas en probadores sin gente.
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