La película tradicional desaparece de los cines de EE UU. De poco sirve la presión de Nolan o de Sam Raimi o del propio Spielberg. Para los independientes ha resucitado la posibilidad de trabajar a un coste más bajo; para los grandes estudios ha reventado los precios de distribución: de los 1.200 euros de coste para una copia en 35 mm se ha pasado a los 100 que cuesta una copia digital.
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