La inofensiva fotografía de un grupo de jóvenes durante una reunión lúdica abrió una campaña de acoso por parte de las autoridades conservadoras de Malasia, donde ser ateo, como los protagonistas de la instantánea, está prohibido para miembros de la etnia malaya. "Me fuerzan a ser hipócrita. A aparentar compartir un pensamiento con el que no coincido para evitar problemas", relata un joven estudiante.
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