La escena es dantesca, propia de un país subdesarrollado. En la entrada al poblado, una docena de menores -algunos desnudos, la mayoría descalzos-, corretean por el barro y juegan con el agua que los mayores achican de la balsa llena de porquería. A nadie parece importarle que cojan una infección o les muerda una rata.
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