En una España sin catalanes ni vascos, los que quedásemos tocaríamos a más en todo, por ser menos para repartir: nos tocaría por cabeza más rescate, más modelo productivo fracasado, más monarquía, más bipartidismo, más santa Transición, más conferencia episcopal, más jueces carcas, más contrarreforma educativa, más facherío sociológico, más prensa cavernícola, más Academia de la Historia, más banca tóxica, más poder económico dominante, más corrupción; más de todo per cápita.
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