No tiene ningún sentido que un perfecto burócrata que no mueve un papel sin que se lo digan sus superiores tomara la decisión, por su cuenta y riesgo, de organizar semejante pastel. ¿Qué ganaba Fernández Díaz metiéndose en ese berenjenal? Nada. De ahí no sacaría ni más dinero, ni más poder, ni más reputación profesional. Al contrario, era un paso suicida que podría salirle mal, como así ha ocurrido finalmente.Pero ese es el relato que construye el juez García Castellón.
|
etiquetas: kitchen , justicia , verguenzas