Imagínese que, como tantas otras veces, se acerca un cajero automático de su entidad bancaria para sacar algo de dinero. Introduce su tarjeta, con cuidado teclea su número secreto y recibe en extracto con el importe de la operación. Espera unos segundos, pero la ranura por la que habitualmente salen los billetes permanece cerrada. Continúa esperando, pero nada.
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