Yo todos los días dibujo las manos de mi amada sobre la pared de la celda. Cojo sus manos y siento el calor de la vida, y leo en sus ojos el entusiasmo, la espera; pero tú, todos los días, con tu porra, rompes esos dedos dibujados en la pared, sacas esos ojos que esperan y emborronas la pared de negro. Tu mundo y tu cárcel siempre estarán oscuros...
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