El 23 de junio de 1936, tres semanas antes del Golpe de estado de los militares rebeldes, el general Francisco Franco alertaba al jefe del Gobierno, Santiago Casares Quiroga, del ruido de sables. Franco no sólo no quería sumarse, sino que consideró: “un deber hacerle llegar a su conocimiento lo que creo una gravedad grande para la disciplina militar”. Está en el último párrafo del escrito de quién se erigiría después como jefe del estado tras la victoria en la Guerra Civil.
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