El agujero de las televisiones autonómicas no tiene fondo. Lo lógico sería echar el cierre y poner fin a un negocio ruinoso. Ningún tendero dudaría. O echaría el cierre o traspasaría el negocio si las cuentas no le salieran: porque la mercancía le costara un pico; mantener el local, una sangría; no vendiera un colín, y encima la gente ni siquiera se parara a curiosear el género.
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