No sólo es el símbolo de la corrupción del PP, de un modelo caciquil, casposo y autoritario que, para nuestra vergüenza democrática, fue aplaudido por los ciudadanos en las urnas. Carlos Fabra también simboliza como nadie la tolerancia de la derecha con la corrupción, la complicidad del partido con sus manzanas podridas, la absoluta protección del PP con los suyos salvo que cometan el único pecado mortal en el partido: romper la omertà y denunciar al resto, como hizo Bárcenas. Hasta entonces, todo lo demás es perdonable.
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