Una de las carencias detectadas en nuestros estudiantes es la capacidad de argumentar y debatir, que no son promovidas en los sistemas pedagógicos usuales. Incluso los defensores de los exámenes orales reconocen esos fallos, pero vivimos en una sociedad que cree que los debates son como los que ahora se ven en la televisión: interlocutores interrumpiéndose, gritándo o, en el peor de los casos, insultándose.
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