Un inversor que había cubierto una pared entera con pantallas de plasma y sonido envolvente cuyo precio alcanzó los 40.000 dólares con el único objetivo de acondicionarla a su gusto para relajarse después de la jornada laboral y jugar con su Wii al Guitar Hero o el caso del propietario de una empresa de fontanería que regala a su mujer dos veces al año bolsos de Rene Lautrec, valorados en 35.000 dólares.
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