La propaganda pinta ciertos sectores como un conjunto de grandes empresas compitiendo entre ellas por ofrecer más calidad a precios más bajos. Esforzándose por mejorar su eficiencia en un mercado sin barreras bajo la amenaza de potenciales competidores, siempre al acecho para saltar al ruedo y arrebatarles limpiamente la merienda. Todo regido por un marco regulatorio objetivo, igual para todos. Pero la realidad es muy diferente.
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