"Una noche, al volver a casa, Phil abrió la puerta de la entrada y pulsó el interruptor de la izquierda. Lo que vio le hizo soltar la bolsa de la compra. Montones de papeles dispersos y de objetos pisoteados yacían sobre el parquet. El equipo esterofónico había desaparecido. Los cristales estaban hechos trizas, un explosivo había reventado el enorme archivador metálico, la casa había sido desvalijada. '¡Alabado sea el Señor!', fue lo primero que pensó. 'Es evidente que no soy un paranoico'".
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