Su ambición y la bonanza del ciclo inmobiliario les convirtió en poco tiempo en empresarios rematadamente ricos que encarnaban a la perfección el sueño americano de haberse hecho ricos partiendo de la nada. Eran los grandes señores de la construcción y el ladrillo, una rara casta formada por familias de cuna y de advenedizos llegados a la cúspide de la noche a la mañana a golpe de fusiones y arriesgadas operaciones corporativas. Pero la crisis financiera e inmobiliaria internacional les ha llevado al infierno.
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