Durante y después de la guerra civil, en vez de café se tomaba achicoria, o se secaban y tostaban semillas de malta, de soja, de maíz, de bellota o de lo que fuera. Y en la dictadura, el comercio del café se convirtió en un monopolio del Estado. Era una industria mediocre y estancada que importaba un café de calidad inferior. Tras años y años de beber mal café, los paladares de toda una sociedad han quedado irremediablemente atrofiados.
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