Guayaquil vive una pesadilla. Vive escenas de película de terror, de desesperación. Además de los gritos lastimeros que claman afuera de las casas de salud públicas y privadas para que decenas, cientos de personas agonizantes sean recibidas para tratarse del coronavirus, los cuerpos de quienes han fallecido en los domicilios empezaron a ser arrojados en las aceras, en esquinas, portales o depósitos de basura, embalados.
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