"Quien quiera que no aprenda inmediatamente alemán no es bienvenido", dijo la canciller alemana, en lo que sin duda fue un rapto de humor surrealista. Puede que en Alemania haya turcos que no dominen la lengua de Goethe, pero en España vive una nutrida comunidad alemana cuyas posibilidades de expresarse en castellano se reducen a las combinaciones que admitan dos términos: "jarra" y "sangría".
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