Las nuevas normas que obligan a los alimentos a llevar la etiqueta "no destinado a la UE" ya están provocando confusión -y, en algunos casos, franca repulsa- entre los compradores británicos, pues los expertos advierten de que la nueva política corre el riesgo de dejar a los británicos a oscuras y sugerir erróneamente que los artículos se producen con arreglo a normas menos estrictas.
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