El arte moderno rechazó la suposición tradicional de que las pinturas debían ser lo más realistas posibles o incluso que deberían representar objetos reconocibles. Una consecuencia de este rechazo fue que a menudo no estaba claro cómo orientar las pinturas al exhibirlas. ¿Qué era hacia arriba y qué hacia abajo en muchas de estas pinturas? Las galerías y museos, confundidos, trataban de buscarle una respuesta a este dilema y a veces se equivocaban, para diversión de un público que ponía en duda que eso fuera realmente arte.
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